domingo, 26 de junio de 2011

Escribir un guión

Hace muchos años, más de los que me gustaría, cuando la pubertad ya había trastocado mis perfectos planes de futuro, decidí que lo mejor que podía hacer era olvidarme de aquella diosa con pecas y apuntarme a un prometedor cursillo de “Canción Moderna” impartido por el legendario Club CCC.

Imaginación al poder
 Pagándolo contra reembolso recibí en mi casa un paquete que contenía todos los fascículos, así como el consiguiente diploma y un single en cuya cara A se escuchaba al honorable presidente que, con un tono de voz de dictador sudamericano, me felicitaba por haber pasado a ser un nuevo miembro de tan selecta Hermandad.
Por la otra parte, o sea, en la cara B, sonaba el triunfal himno, que finalizaba con un enfervorizado coro gritando “¡Bien, bien, bien! ¡C, C, C!”. Este pack tan surtido también incluía otro detallito que averiguaréis en el momento oportuno.
Pues bien, en dicho cursillo me enseñaban todo lo necesario para convertirme en una Estrella de la Música. Incluso me ofrecían la posibilidad de ser un cantautor de la talla de José Luis Perales, planteándome ejercicios que, sin exagerar, eran de la siguiente manera : “Si escribieras el verso Quiero cantarte esta canción, escoge con cual de estas tres palabras deberías terminar el siguiente verso. a) tiovivo  b) corazón  y  c) margarita”  Cuando comprobé que “tiovivo” no era la respuesta acertada sentí un pinchazo en mi pundonor, pero después de asumir que tan sólo era un pequeño bache en mi meritorio ascenso a la gloria, continué estudiando como un poseso aquel infalible manual. 


Tras incontables baches más, comprendí que estaba escogiendo la vocación equivocada, y que si los de CCC te endosaban todo el curso completo era porque, probablemente, si fuera un envío gradual, muchos mandarían la doctrina a la mierda antes de recibir, y pagar, el 4º fascículo. En fin, al menos, conseguí que la diosa con pecas fuera consciente de mi existencia cuando todos los del aula, incluido el profesor, se rieron de mí después de haberles enseñado, con cierto orgullo, mi soberbio y plastificado carnet de Cantante Moderno.
Ahora, quizá estaréis pensando que he escrito esta “graciosilla” introducción con el único fin de ganarme vuestra simpatía. Tranquilos, los tiros no van por ahí. Mal asunto sería pretender dar un cursillo de guionista y comenzar con una anécdota carente de una posterior utilidad.
La cuestión, es que aquella patética muestra de “oferta engaña-bobos” fue el primer ejemplo que yo recuerdo sobre la astronómica distancia existente entre la teoría (buena o mala) y la praxis (casi siempre mala). O sea, que como se suele decir, del dicho al hecho va un trecho, y no hay más leña que la que arde.
Por supuesto, si vuestro amigo se ha comprado ese libro en el rastro y ahora está convencido de que cocina igual que Rafaella Carrá, mejor para él, ya que él se lo guisa y sus amigos se lo comen.
Y aquí es dónde llegamos al punto que a todos os interesa.
Pobre de aquel que pretenda convertirse en guionista siguiendo un recetario magistral.
Pobre de aquel que piense que su guión es bueno porque sus amigos lo felicitan emocionados.
Pobre de aquel se imagine que puede existir (aunque no sea suyo) un guión perfecto.
Atención, que ahora viene el gancho.
Me llamo Alber Ponte, escribo guiones y soy muy feliz haciéndolo; a menudo, me duele la cabeza porque me he pasado toda la noche escribiendo y apenas he dormido 4 horas, pero nunca siento el más mínimo arrepentimiento.
Disfruto como un enano (menuda, valga la redundancia, expresión) cuando un personaje me sorprende revelándose, con aplastante lógica, ante los dictados de la pertinente biblia.
Me llevo las manos a la cabeza al ver cómo alaban guiones de vacas sagradas del cine que están repletos de errores y que jamás pasarían el filtro de un analista principiante.
Resumiendo, si os atrevéis a apuntaros a mi cursillo de guión, tened claro que después de soportarme durante cinco días no seréis los mejores, pero sí menos malos. O sea, que yo no os voy a dar un manual, ni utilizaré programas ni esquemas diseñados en las más respetadas factorías; ni siquiera os hablaré de “Eva al desnudo”.
No, por Dios, yo os hablaré de vosotros, de cómo se puede uno emborrachar con una historia y después disfrutar con la resaca,de lo importante que es escuchar a los personajes, en vez de obligarles a acatar, sin más, nuestras órdenes.
Escribiremos, hablaremos, escucharemos, estaremos juntos y revueltos….seré el primero en llegar, y el último en salir.
Y quizá, trace una normas para que vosotros me ayudéis a destrozarlas. Pasados los cinco días, todos, incluido el profesor, habremos aprendido algo, y puede que alguno se decida finalmente por la Canción Moderna.
Me llamo Alber Ponte, escribo guiones, y soy muy feliz haciéndolo.

No hay comentarios: