Hay días y hay días, e incluso existen otras opciones, como sentenciaba aquella maravillosa frase “Mi mejor día fue una noche”, que, probablemente ha sido lo mejor que ha salido por la boca de la Bardot, contradictorio icono sexual de peligrosas tendencias conservadoras y, al mismo tiempo, acérrima activista en contra de la matanza de focas.
Y si ampliamos el marco temporal llegamos a la semana, y en este caso, de vez en cuando, también las fechas se conjuran en siete días para dar lugar a lo que se conoce popularmente como “vaya semanita”; expresión que, dicho sea de paso, ha dado nombre a esa fantástica serie de humor que ha servido de ejemplo a unas cuantas que no lograron, ni de lejos, emular el talento e ingenio surgido en tierras vascas.
Pues bien, toda esta introducción no tiene nada que ver con lo que, realmente, quiero contar hoy en mi blog. Quizá, si he dado un rodeo, es porque, aunque no lo parezca, siempre me resulta un pelín embarazoso escribir sobre asuntos cuyo protagonista soy yo, pero como Javier, que es el comodoro de esta web, me llama al orden y me obliga a ello, he de cumplir con mi supuesto deber, y punto pelota.