viernes, 15 de julio de 2011

A propósito de "Entre otras muchas cosas"

Una tarde del pasado verano, o sea, el del 2010, estaba tomándome un café en un bareto que hay en una esquina de la calle Infanta Isabel (sí, ése) mientras hacía tiempo para ir a la Filmoteca. Pues bien, el camarero me sirvió el manchado mientras charlaba con otro cliente sobre un tal Pedrito, sus problemas con el alcohol, y lo desgraciada que era su pobre madre. Por mi parte, yo comenzaba a repasar el papelito donde suelo escribir una lista con las mil cosas que, se supone, tengo que hacer, y de repente, descubrí que, o me equivocaba, o estaba siendo testigo de una situación bastante cotidiana, pero que a mí, particularmente, me pone de los nervios. Quizá se me pueda acusar de quisquilloso, pero no puedo soportar a dos, o más, personas que, sin darse cuenta, (si fuese a posta, merecerían una multa, y de las gordas) se lían a hablar de un mismo tema. No, no es que me desagraden los monográficos; me estoy

Un momento del rodaje
refiriendo a esa gente que repite incesantemente durante más tiempo del imaginable varias muletillas y afirmaciones que se convierten en un bucle. “Va a llover”, “Joder, ya lo creo”, “Y mucho, va a llover mucho”, “Es lo que tiene este mes”, “Sí, no falla, siempre llueve”, “Joder, tío, ya lo creo”, “Y no llueve de cualquier manera”, “No, no, qué va”, “Llueve de cojones”, “Joder, tío, es la hostia”, “Lo que yo te diga, llueve….y de cojones”… (Unos diez segundos de silencio. Esto depende de la zona de España)… “El caso…el caso es que va a llover…y mucho”, “Lo que más me jode es que siempre sea en este mes de mierda”, “Descarado, siempre, pero siempre, llueve”, “Y de cojones”……Y así hasta que alguna bendita circunstancia interrumpe la conversación.
O sea, que a mí me tocó el tema “Pedrito, el alcohol y su pobre madre”. Podría haber sido el Madrid-Barca, o cómo Zapatero ha hundido este país, etc, etc. Bien, como os habréis imaginado, no pude anotar nada en mi superlista, y me tomé el café en menos tiempo del acostumbrado. Quince minutos después, y ya sentado en una de esas viejas y entrañables butacas de la Filmo, decidí que ya era hora de hacer justicia, que todo tiene un límite. Por primera vez haría un corto inspirándome en un caso real, al que sólo cambiaría el nombre de Pedrito (Pobrecillo, bastante tiene él), y cuyo guión escribí esa misma noche. En mi planteamiento, esa terrible situación, que algunos sufrimos de vez en cuando, daba un importante giro argumental; la oportunidad de vengarme de una vez por todas, aunque fuese a través de la ficción.
Lo peor es que habrá personas que tras ver “Entre otras muchas cosas” no se darán por aludidos, e incluso le darán la paliza a algún inocente testigo repitiendo mil veces que el corto es simpático, pero tiene demasiado diálogo.
Diez días más tarde, ni cortos, ni perezosos, nos pusimos manos a la obra para hacer realidad mi guión en “La Venta del Farracas”, una taberna y casa de comidas, que está de puta madre, y que mi buen amigo Berto (¿se nota que es mi amigo?) tiene en el número 21 de la calle de la Cruz, en pleno centro de Madrid. (¿Qué pasa? ¿Acaso no es un dato importante? A que me paso media hora escribiendo sobre el Farracas.)
Bromas aparte, lo más curioso y asombroso, es que, teniendo el corto de duración 19:30 (de los cuales, 18 transcurren dentro del…¿cómo se llamaba? Sí, señor, la Venta del Farracas.), decía, que lo más increíble fue el tiempo que tardamos en rodarlo. Ojo al dato; estábamos en pleno Mundial, con la Roja subiéndonos la adrenalina, y por lo tanto, Berto tenía todas las tardes y noches clientela de todo el mundo entregadas a sus respectivas selecciones. Y por si fuera poco, sólo podíamos rodar por las tardes. Pero, dejando la cobardía para otro día, aceptamos la propuesta de Berto (ya sabéis, mi buen amigo). Nada más terminar el partido de las 16 h, el Farracas cerró sus puertas asegurando a toda la clientela que se volvería a abrir para el partido de las 20 h… Nosotros, el equipo, que estábamos dentro, infiltrados entre el gentío, y aprovechando para ensayar, también tuvimos que salir a la calle diciendo adiós a los camareros. Al llegar a la esquina, nos detuvimos hasta que, unos minutos después, escuchamos un fuerte silbido, y volvimos a toda leche para dentro del bar, y más chulos que un ocho, rodamos “Entre otra muchas cosas” en dos horitas de ná.
Los exteriores, que son muy breves, los rodamos a última hora de la siguiente mañana. De todas formas, no quiero olvidarme de dejar bien claro que el mayor mérito de esta hazaña (lo llamo así, no por lo de las 2 horas, sino por lo resultón que quedó haciéndolo con toda la prisa imaginable), las personas que hicieron posible este milagro fueron los actores, sin duda, lo más destacable, con diferencia, de este corto. Y si lo digo es porque no era algo, precisamente, fácil.
Por un lado, Juan Martín Otegui y Celia Guerrero, tenían, respectivamente, un plano secuencia, en que tenían que citar 40, o más, temas diferentes en sólo 60 segundos, aprox. Y por si esto fuera poco, Rodrigo Guerrero (que aquí, en vez de componer una de sus maravillosas bandas sonoras, trabajó como actor) y Niko Ibáñez tenían que repetir durante mucho, mucho tiempo, las mismas palabras. Puede parecer fácil, pero no me imagino un ejercicio memorístico más difícil. Para los que no me entendáis todavía, os aclaro que esas palabras son casi idénticas, pero cada una sigue un orden estricto. Si os sirve de ejemplo, intentad aprenderos el diálogo que me he inventado antes sobre la lluvia, y que alguien os escuche, a ver si lo volvéis a repetir, exactamente, igual. Ya me contaréis.
Bueno, hoy me estoy enrollando mucho, parezco uno de mis personajes; esa clase de personas que entablan ese tipo de “conversación” coñazo con la excusa de estar matando el tiempo. Y en eso, hay que reconocer que tienen razón; están matando el tiempo, lo asesinan con saña y alevosía.

Alber   

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, quiero reivindicar en este post, la muy noble figura del director de arte, tantas veces ignorada.
El cine no es solo catering y alfombra roja, tambien hay gente en la sombra que hace posible que el cine funcione: el funcionario que concede la subvención.

Anónimo dijo...

Alber Ponte es un sinvergüenza que no paga sus deudas...un ser humano mediocre y ruín.