martes, 10 de abril de 2012

Comienza la cuenta atrás.

(Esta entrada tuvo que publicarse en la tercera semana de enero, pero, el stress y las prisas no son buenas amigas.....se nos quedó en el tintero. Aquí os la dejamos para que entre otras cosas podasi echar un vistazo al nuevo corto, número 60 de Alber)
Lo bueno, o lo malo, de las demarcaciones temporales es que nos ayudan a establecer puntos de partida o metas finales. Por ello, cada uno de Enero nos auto-engañamos pensando que el caprichoso azar o la voluntad divina nos acaba de brindar una nueva oportunidad. En la anterior “carrera” de doce meses, tropezamos en dos de cada tres obstáculos, y llegadas las postrimerías de Diciembre vemos como otros se suben al pódium mientras nosotros llegamos, casi de últimos, y con la lengua fuera.
Pero no importa, nos decimos, comienza una nueva carrera, y esta vez no me voy a dejar sorprender; luchare con más energía y por fin, veré mis sueños hechos realidad. Si os sirve de consuelo, es muy posible que, aunque hayáis logrado alguna de vuestras metas, al llegar el nuevo año, oyendo como rugen los motores, decidáis que tenéis que subir el nivel y conseguir superar nuevas cimas. Estamos inmersos y maniatados por una sociedad competitiva, y si no pisamos el acelerador, posiblemente, seremos descalificados. Dicen que existen lugares dónde el mayor triunfo consiste en ser feliz, y para ello basta con despertar cada día con ganas de respirar y de vivir en armonía con tu vecino. En fin, si eso es verdad, me temo que queda muy lejos y que no hay ninguna compañía de low-cost que nos lleve hasta allí.
A punto de comenzar la tercera semana de Enero, yo sólo puedo decir que las cosas siguen, más o menos, igual. Hace frío, tengo un corto a concurso en Notodofilmfest, espero dar pronto algún concierto y cruzo todos mis dedos para que en el 2012 pueda hacer, por fin, mi super planeado largo “Little Galicia”.

El corto es el número 60, y aunque parezca una barbaridad, me encanta poder asegurar que lo he rodado con la misma ilusión que la primera vez. Mi relación con el cine es como la de unos amantes cuya pasión nunca se agota. Se titula “Kaninak, el esquimal bipolar”, y está protagonizado por mi querido amigo Daniel Toba, que, además de emplearse a fondo en el dominio del idioma de los inuit, ha llevado a cabo una composición del personaje con un resultado impresionante. De verás, echadle una ojeada. Tengo claro que no vamos a ganar, pero, de la misma forma, me cabe el honor de decir que hemos hecho la primera película protagonizada por un inuit (ellos odian la palabra “esquimal”, pues significa “comedor de carne”) con un gran problema de bipolaridad. E insisto, esto no sería posible sin el increíble trabajo actoral de Daniel Toba.
Volviendo al inicio de carrera, y de vuelta en Madrid, así, a bote pronto, me han llamado la atención dos curiosos detalles. Si alguno de vosotros sigue mi blog, recordará que una vez comenté el asombroso parecido entre las penúltimas secuencias, que, además, suponían el momento clímax, de dos pelis tan distintas como “Super 8” y “Cowboys contra Aliens”. Ok, pues, ahora he descubierto otras dos coincidencias que, una vez más, ¡parece que sólo las he visto yo!, ya que, tras rastrear por revistas de cine y páginas en la red, no he encontrado a nadie que haya reparado en lo mismo. Quizá, carezca de importancia; es más, creo que es una anécdota sin importancia alguna, pero, qué le voy a hacer, a mí no deja de llamarme la atención.
Pues bien, si a alguien tiene curiosidad, que sepa que tanto en “Misión Imposible – Protocolo Fantasma” (cuyas secuencias en el Kremlin y en Dubai merecen el precio de la entrada) como en “El topo” (que, exceptuándonos a unos pocos, no le gustará a los que les haya gustado la de Tom Cruise) la secuencia inicial se desarrolla en Budapest, en ambas, comienza con una toma aérea en la que se ve el parlamento de la capital húngara, en ambas, presenciamos una peripecia protagonizada por un agente secreto occidental, en ambas, dicho agente muere, y en ambas películas se ve más tarde un flash back en el que volvemos a Budapest para presenciar de nuevo el fatal desenlace de la misión. Y ambas películas se estrenan al mismo tiempo. Vale, no es nada del otro mundo, pero es mi blog y pongo lo que me da la gana.
Y por esa misma razón, me apetece terminar mi mensaje pos-navideño refiriéndome a un asunto, que muchos ya conoceréis, y que supone, sin duda, un gran insulto a la inteligencia de todos los que viajamos en el Metro de Madrid. El departamento de marketing de dicha entidad, y los gerifaltes que aprueban sus “ingeniosas” campañas, se han cubierto de gloria con la última estrategia orquestada para justificar la aberrante subida de precio del billete de metro. Para los que no sois de Madrid, os informo que, de un día para otro, pasó de costar 1 euro a 1’50; o sea, un 50 %, que, posiblemente, no signifique mucho para el ex alcalde Gallardón o la ilustrísima Botella que ahora ocupa su cargo, quizá, porque ambos han olvidado la última vez que pagaron de su bolsillo un viaje en el popular transporte subterráneo.
La campaña en cuestión (me crispo sólo de pensarlo) consiste en unos cartelitos que, bajo el epígrafe de “Menos es más” (sabia frase, en este caso utilizada de forma vil y engañosa) nos hacen saber que podemos sentirnos afortunados, ya que en ciudades como Oslo, New York, Paris, Estocolmo, Berlín o Londres, el billete de metro cuesta más que en Madrid. Y nos lo sueltan así de tranquilos, con un par, como si estuviesen convencidos de que ningún ciudadano de a pie, de esos que introducen el voto en una urna, sabríamos que las personas que viven en esas famosas urbes perciben unos sueldos mucho mayores que los de cualquier español que no se dedique a la política. Noruegos, estadounidenses, franceses, suecos, alemanes o ingleses ganan más dinero trabajando las mismas, o menos, horas que nosotros. En su caso sí que se podría decir, sin mentir, eso de “Menos es más”. Imagino que ya habrá habido muchas protestas al respecto, pero a ellos, los dueños del poder, les da igual, porque, aunque no lo digan ante un micrófono, si algo tienen claro es que el pueblo, aunque no lo sea, parece tonto.
En fin, me llaman de boxes, comienza la carrera, y lo único que ahora puedo hacer es desearos suerte para estos doce meses de obstáculos y adelantamientos, y recordaros que, a menudo, la felicidad está en ese estante al que nunca le prestamos atención.
Alber Ponte

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