lunes, 12 de diciembre de 2011

¡Vaya semanita!

Hay días y hay días, e incluso existen otras opciones, como sentenciaba aquella maravillosa frase “Mi mejor día fue una noche”, que, probablemente ha sido lo mejor que ha salido por la boca de la Bardot, contradictorio icono sexual de peligrosas tendencias conservadoras y, al mismo tiempo, acérrima activista en contra de la matanza de focas.
Y si ampliamos el marco temporal llegamos a la semana, y en este caso, de vez en cuando, también las fechas se conjuran en siete días para dar lugar a lo que se conoce popularmente como “vaya semanita”; expresión que, dicho sea de paso, ha dado nombre a esa fantástica serie de humor que ha servido de ejemplo a unas cuantas que no lograron, ni de lejos, emular el talento e ingenio surgido en tierras vascas.
Pues bien, toda esta introducción no tiene nada que ver con lo que, realmente, quiero contar hoy en mi blog. Quizá, si he dado un rodeo, es porque, aunque no lo parezca, siempre me resulta un pelín embarazoso escribir sobre asuntos cuyo protagonista soy yo, pero como Javier, que es el comodoro de esta web, me llama al orden y me obliga a ello, he de cumplir con mi supuesto deber, y punto pelota.


Este lunes, 12 de Diciembre, estaré en un pueblo cercano a Santiago de Compostela llamado Bertamiráns, y allí tendrá el lugar el ansiado estreno de un cortometraje titulado “Me llamo Rama”, que rodamos hace demasiado tiempo (¡finales del 2009!) en los hermosos parajes que pertenecen a ese Ayuntamiento. Respecto a la tardanza, no quiero crucificar a nadie, pero, al menos, quiero dejar constancia de que la responsabilidad sólo le corresponde a una persona del equipo, cuyo nombre no debo mencionar, pues, el pobre (al que quiero mucho), simplemente ha atravesado una larga y difícil racha, y tengo claro que no era su intención retrasar el acabado final de nuestro entrañable y divertido corto.
Como el título hace suponer, “Me llamo Rama” supone un acercamiento al mundo de la India, en este caso fusionándolo con el universo rural y autóctono del país gallego. Como reza en la carátula del dvd, es un corto gallebollywood. Su estupendo reparto, todo él en estado de gracia, está compuesto por Fran Grela, Camila Bossa, Mabel Ribera, Celia Guerrero, Xose Manuel Olveira “Pico”, Celso Bugallo y Archana Patel G. Castro; quién, por cierto, es la única persona del equipo que, realmente, pertenece al mundo de Visnu.
Ok, espero poder hablar más adelante, y con extensión de “Me llamo Rama”, pero antes hemos de esperar a la suerte que corre por los festivales que lo acojan en su seno.
Veamos, después del lunes viene el Martes, que este año es el día 13, y como suele pasar en mi vida, también es mi cumpleaños. Me despertaré con la resaca del estreno, me iré a casa de David Machado (the master of the sound) e intentaré doblar con mi voz un personaje que tiene dos breves apariciones en mi adorado corto “Demasiado lejos”, pero cuya voz me temo que ha sido la causante de cierto rechazo en muchos festivales.
A continuación, Celia, mi mujer, y yo nos reuniremos con Pedro Álvarez Olañeta, nuestro amigo del alma, que la noche anterior habrá llegado a Porto en un avión desde Munich, y que ha sido la persona que junto a Ralf Junkerjuergen me han honrado escribiendo un libro sobre mi obra, y que esa misma tarde se presentará, a las 17 horas, en la conocida tienda “Sargadelos”, situada en pleno casco histórico de Compostela.
El siguiente paso será subirnos a un coche que alquilará Pedro y largarnos a toda pastilla a la ciudad de A Coruña, en cuya librería de postín, conocida como Arenas, y ubicada en exacto centro de la villa herculina, se presentará a las 20 horas el libro de marras, cuyo título, como muchos, creo que, ya sabéis, es “Alber Ponte, corto en las venas”; por cierto, hacer un chiste referente al título sería demasiado fácil, así que, please, ahorraros ese minúsculo esfuerzo.
Miércoles: la road movie. Celia, Pedro y yo cogeremos la A-6, y nos iremos a Madrid cantando y esquivando los arco iris, pues la última vez pasamos por debajo de unos cuantos, y aquel viaje no termino, especialmente, bien.
Jueves: Por la mañana me iré hasta Coslada, dónde me reuniré en el edificio de la ONCE con unos cuantos amigos para hablar de la vida y de sus divertidas y extrañas vicisitudes. Lo más curioso de este encuentro, que llevo repitiendo desde hace un mes, es que el pasado viernes, debido a una confusión, nos despedimos como si fuese el último día, y ahora, de repente, no sé, es como hacer un bis.
A las 20 horas de ese mismo día (jueves 15), me entrará un poco (o sea, un mucho) de vértigo, ya que tendrá lugar la presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes, lo que se dice, un Señor Sitio, dónde, además, en el ya lejano 1981 yo disfruté con las primeras películas que vi en Madrid.
Viernes 16: esta vez, con la resaca del vértigo, me subiré a un autobús, o a un tren (no lo sé todavía) y me acercaré a Valladolid; bueno, me acercaré tanto que entraré dentro. (Hay algunas frases hechas que no están hechas con mucha exactitud). El motivo de este viaje me provoca mucha ilusión, ya que durante el fin de semana tendré la oportunidad de trabajar como actor, algo que me resulta bastante similar a unas vacaciones de relax; trabajar a las órdenes de alguien y no tener que llevar la batuta me relaja y me quita toneladas de stress. En este caso, daré vida (o lo intentaré) a Luis, un pintor que atraviesa una crisis artística y personal, y que es el protagonista de “Sin título 54”, el cortometraje que dirigirá mi amigo Jorge Vallejo de Castro.
Hace muchos años, en compañía de mi amigo Lalo, llegamos a Valladolid colándonos en un tren nocturno. Nada más poner nuestros aventureros pies en el Paseo de Zorrilla, apareció un coche de policía en cuyo interior iban dos simpáticos agentes que, quizá, algo molestos por nuestra pinta de figurantes de “Hair”, nos pidieron la documentación y a continuación, en el más absoluto silencio, nos condujeron más allá de Orión, o sea, fuera de los límites de la, por entonces, tan acogedora ciudad, y allí nos quedamos disfrutando del frío de la estepa castellana bajo un cielo plagado de brillantes estrellas que iluminaron nuestras animadas disertaciones sobre la justicia española.
He rememorado esta lejana historia porque me ha venido a la cabeza esa máxima que dice que el pueblo (aquí yo sería el pueblo) que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Vamos, que esta vez quiero que el único que me dé órdenes en Valladolid sea mi director.
Y así, llegaré al lunes 19, en el que me volveré a Madrid después de haber vivido siete días que creo merecen el título que encabeza estas letras. Puede que las cosas no sucedan como están previstas, ya que todos sabemos que lo prometido es duda, pero, de momento, aquí dejo escrito el pronóstico con serias dudas sobre si a alguno de vosotros le interesará conocerlo, y dejando muy claro que yo me limito a obedecer las órdenes de mi comodoro.

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