martes, 20 de septiembre de 2011

A propósito de Pernambuco

Por extraños motivos personales, aquel día se convirtió en noche, y ya era casi la una de la madrugada cuando, a bordo de Green, mi fiel coche (que en paz descanse), enfilé la carretera de Andalucía. Al margen de que prefiero conducir por la noche (los llaneros solitarios somos noctámbulos), si no podía esperar hasta el amanecer era debido a que tenía una cita a media mañana en Ogíjares, un pueblo muy cercano a Granada. Allí me esperaba mi amigo Diego Ballesteros, un hombre astuto, que además de organizar proyecciones populares de cortos, u organizar un fantástico festival de cine dedicado a mujeres delante y detrás de la cámara, es capaz de rastrear un negocio allí donde otros sólo vemos un terreno yermo y sin posibilidades.

Pues bien, tras echar un sueño rodeado de olivos, conseguí llegar a la hora acordada. El lugar era un restaurante llamado Macarena, y la misión consistía en explicar a unos señores del Ayuntamiento un proyecto de cortometraje con la esperanza de que se aviniesen a provocar nuestra felicidad aportando una buena suma de monedas, a cambio, faltaría más, de que el rodaje tuviese lugar en Ogíjares.
El alcalde se llamaba Francisco Plata, pero a la reunión se presentó el segundo de abordo, que se llamaba Bienvenido Delgado (sin duda, una buena señal) y que estaba acompañado de Estéfano Polo y Guillermo Linares, un hombre la mar de simpático, y que terminó haciendo (estupendamente) una pequeña aparición en el corto encarnando al padre del potra.
¿Qué por qué cuento todo esto? Seguid leyendo y lo entenderéis.
A Diego le había gustado una historia que yo le había contado, y como, según dicen, a mí se me da bien explicar argumentos, pensó que lo mejor era no adelantarles nada y esperar a esta reunión para que mis palabras los sorprendieran y hechizasen. Ok, pues llegado el momento, pude detectar claramente el partido político al que pertenecían (eso se nota fácilmente) y entonces no me fue difícil suponer que la historia que llevaba preparada no les iba a gustar demasiado; por bien que yo la presentase. Había que encontrar una solución rápida, instantánea, algo que nos ayudase a llevar adelante nuestra misión. Por suerte, yo, en esos largos viajes nocturnos, para combatir el sueño, a menudo suelo entretenerme imaginando nuevas historias, y viendo que no había otra escapatoria, desplegué sobre el mantel un argumento que había desarrollado, más o menos, entre Tembleque y Bailén. Al mismo tiempo que Diego intentaba ocultar su extrañeza, yo comencé a entusiasmarme dejando que por mi boca saliese aquella historia recién salida del horno de mi cabeza. Para rematar la faena, y poner punto final, necesitaba el nombre de un lugar, y en ese instante, mi memoria me trasladó al día en que le había regalado un atlas a mi padre, y como, abriéndolo al azar, descubrí dónde diablos se encuentra Pernambuco. Un nanosegundo después, de vuelta en el presente, les dije “Pernambuco”, y medio minuto más tarde llegué al final, comprobando (para gran alivio mío y de Diego) que, al parecer, les había gustado mucho.
Carmen Alcayde
Pero, ojo avizor, aún había otro escollo que salvar. Bienvenido me preguntó entonces quién sería la protagonista. Cielos, en ese momento me percaté de que decirles Lola Dueñas (aún no era famosa) les impresionaría tanto como Juliette Binoche o Carmen Rabizas (que era la vecina de mi abuela). Por suerte, una vez más, la memoria acudió en mi auxilio, y recordé como en el Festival de Medina del Campo, Carmen Alcayde me había dicho que le encantaría trabajar conmigo; sobre todo, porque, además de gustarle mis trabajos, ella sabía que mis rodajes se suelen resolver en sólo un fin de semana, el único tiempo libre que le dejaba Tele 5 en aquellos días de “Aquí hay tomate”. Otro nanosegundo después, contesté a su pregunta. “¿Carmen Alcayde? ¿La del tomate?” Moví la cabeza afirmativamente y aquel hombre estrechó mi mano. Se acababa de cerrar el trato.
Angel Martín
Imagino que ahora entenderéis por qué quería contaros la curiosa circunstancia que originó “Pernambuco”, que, por cierto, es uno de mis trabajos favoritos. En primer lugar (los que tengan la mente llena de prejuicios que no sigan leyendo) por el excelente trabajo de Carmen y Ángel Martín. Al margen de haber conseguido adoptar el acento de Ogíjares (él es catalán, y ella, valenciana), ambos demostraron (y demuestran en cada visionado) un saber estar ante cámara de un nivel extraordinario, y no quiero olvidarme de hacer una mención especial a cómo Carmen “sabe escuchar”, que, al menos en España, es una de las grandes asignaturas pendientes entre la mayoría de actrices y actores.
El rodaje fue una auténtica delicia, y podría contaros unas cuantas anécdotas más (por ejemplo, la razón que motivó la presencia de Tati Román, la maravillosa cantante que interpreta en directo la canción que suena en uno de los flash backs), pero, me gustaría saber si realmente os interesa conocer más cosas sobre “Pernambuco”, el corto, cuyo plano final es algo de lo que siempre estaré muy muy orgulloso.
Bien, ahora la pelota está en vuestro tejado.
Alber Ponte

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